Blog por la Restauración de la Sagrada Liturgia y la Doctrina genuina según el orden Solemne ADeum

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martes, 18 de mayo de 2010

"AHORA SI QUE TE LAS MANDASTE FELIPIN"

18.05.10

El Concilio del P. Berríos (que nunca existió)

A las 10:41 AM, por Bruno
Categorías : Iglesia en el mundo, Moral, Pensamiento, Quaestiones Quodlibetales

Un lector me pide que comente el siguiente artículo de un jesuita chileno, el P. Felipe Berríos, que escribe de forma regular en el periódico El Mercurio. Intentaré hacerlo lo más brevemente posible, para no cansar.

Mis comentarios al texto del P. Berríos están en rojo. Como verán, son bastante duros. Y lo son conscientemente, porque el P. Berríos escribe públicamente como sacerdote y, por lo tanto, el hecho de que niegue en muchos campos la doctrina de la Iglesia tiene consecuencias muy graves.

……………………………………………………..

Un cambio profundo en la Iglesia

Imperceptible para un habitante común, la corteza terrestre en Chile se estaba desplazando al noreste entre tres y cuatro centímetros anuales. Un estudio reveló que el terremoto de 8,8 grados del pasado 27 de febrero generó la inversión de la orientación de ese movimiento. Así, el terremoto cambió el desplazamiento natural de Concepción y la movió en sentido contrario en tres metros. Se calcula que para fines de año se correría un total de 12 metros en la misma dirección. Cuando leí sobre esto fue imposible no hacer un paralelo con lo que está sucediendo en la Iglesia Católica. [Buen comienzo, hay que reconocerlo. No añade nada como argumento, pero es una buena forma de captar la atención, con una imagen expresiva]

El Concilio Vaticano II marcó un rumbo de apertura, diálogo y acercamiento de la Iglesia a diferentes culturas, para llevar a todos la buena noticia del evangelio. [En realidad, continuó ese rumbo, porque, que yo sepa, la Iglesia, antes del Concilio Vaticano II, ya llevó la buena noticia del Evangelio a los cinco continentes y a las culturas más diversas de la tierra. Los millones de católicos de Chile son buena muestra de ello. Este tipo de afirmaciones intentan marcar una inexistente discontinuidad entre la Iglesia anterior al Vaticano II y la Iglesia posterior a él] EI Papa Juan XXIII anunciaba el Concilio diciendo que quería abrir las ventanas y las puertas de la Iglesia para que entrara aire fresco en su interior, como también desde adentro de la Iglesia pudieran observar lo que sucedía en el mundo y, a su vez, desde afuera miraran hacia adentro. Pero pasados los años, imperceptiblemente para el católico común, distintos sectores dentro de la Iglesia fueron deslizándola en dirección opuesta a lo señalado por el Concilio. [La verdad, me repatea lo del “católico común”, que no se entera de nada, en contraste con sabios y expertos como el autor del artículo. Por otro lado, como veremos, lo que quiere decir es “deslizándola en dirección opuesta a lo que a mí me gustaría que hubiera dicho el Concilio aunque realmente no lo dijo”]

La idea de un gobierno eclesial menos verticalista y más colegiado rescatada del evangelio y plasmada en el Concilio Vaticano II que encabezó el Papa Pablo VI, fue prontamente puesta en tela de juicio cuando el mismo Pontífice –no escuchando la oposición de la mayoría de los teólogos– aprobó la encíclica Humane Vitae. Esto ha ido distanciando la doctrina sobre la anticoncepción y la práctica del pueblo católico. También ha desplazado la preocupación de la Iglesia Católica por la doctrina social centrándola –casi de manera obsesiva– en la moral sexual.
[Este párrafo es de antología. Repasémoslo:

- En primer lugar, opone el Concilio a la Humanae Vitae, olvidando sospechosamente que el Vaticano II dice sobre el tema exactamente lo mismo que esa encíclica, condenando “los usos ilícitos contra la generación” y recordando que “el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación” (ver GS 47-48).

- Además, Pablo VI escribió siete encíclicas, incluida una de doctrina social, pero el P. Berríos sólo parece acordarse de la Humanae Vitae (aunque escribe mal su nombre en latín), dedicada a la apertura a la vida en el matrimonio. Yo diría que quien está obsesionado con la moral sexual es él y no la Iglesia.

- Por otra parte, reprocha al Papa Pablo VI que no obedeciera a la mayoría de los teólogos (en realidad, sólo un puñado de ellos, en una comisión), como si fueran los teólogos los que definen la doctrina de la Iglesia. En cambio, el Concilio habla de que la enseñanza del Papa, “maestro supremo de la Iglesia universal” es “el principio visible y perpetuo fundamento de la unidad de la fe y de comunión” y “el santo Concilio [lo] propone nuevamente como objeto firme de fe a todos los fieles”. Y ¿qué deben hacer los teólogos, el P. Berrios y todos los fieles según el Concilio? “Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él” (ver LG 18 y 25).

- La colegialidad, de la que habló el Concilio, no se refiere a que decidamos entre todos lo que va a enseñar la Iglesia esta semana, como parece defender el P. Berríos, sino a la colaboración entre el Papa y los obispos, que forman juntos el Magisterio, algo totalmente distinto (ver LG 19-23).

- Además, resulta increíble que pretenda que el Papa que presidió el Concilio, Pablo VI, no entendía bien lo que enseñó el propio Concilio, ni tampoco lo entendieron Juan Pablo II o Benedicto XVI que participaron en él, pero son los que, según el artículo, han llevado a la Iglesia en dirección contraria al mismo. Entonces, ¿quién entiende, según el P. Berríos, lo que realmente quería decir el Concilio? Parece ser que el único que lo entiende es el P. Berríos.

- Y si la práctica de muchos católicos se ha distanciado de la enseñanza moral de la Iglesia sobre la anticoncepción, eso se debe, en gran medida, a sacerdotes como el P. Berríos, que, en lugar de transmitir esa enseñanza repetida por el Concilio, la omiten siempre que pueden, cuando no la niegan directamente, transmitiendo a los laicos su propio rechazo. Por eso, afirmaciones como la del párrafo anterior son de un cinismo intolerable.]

De una visión de un sacerdocio común entre laicos y sacerdotes, donde estos últimos sencillamente estaban ministerialmente al servicio de la comunidad, [Esto es directamente falso, ésa es la visión protestante. El Concilio recuerda la doctrina católica de siempre, es decir, que el sacerdocio católico no es sólo ministerial, sino sacramental, “los presbíteros, por la unción del Espíritu Santo, quedan marcados con un carácter especial que los configura con Cristo Sacerdote, de tal forma, que pueden obrar en nombre de Cristo Cabeza” y, por lo tanto, se diferencia esencialmente y no sólo en grado del sacerdocio común de los fieles, ver PO 2] se ha ido deslizando a una Iglesia más clerical. Se tiende entonces a sacralizar y proteger al sacerdote [el Concilio llamó al sacerdote "pastor de almas" en OT, es difícil pensar en una imagen más sacralizada], y desde su indumentaria se le distingue [en realidad, todos los participantes en el Concilio iban vestidos de sacerdotes y a nadie se le ocurrió allí quemar la sotana, al estilo hippie, eso ha sido un invento posterior, que nada tiene que ver con el Concilio] y separa del resto de la sociedad. [Citemos al Concilio: “Los presbíteros del Nuevo Testamento, por su vocación y por su ordenación, son segregados en cierta manera en el seno del pueblo de Dios, no de forma que se separen de él, ni de hombre alguno, sino a fin de que se consagren totalmente a la obra para la que el Señor los llama” (Ver PO 3). Es decir, el Concilio Vaticano II dijo lo mismo que ha dicho siempre la Iglesia sobre los sacerdotes: que por un lado son hombres y cristianos como los demás y, por otro, Dios mismo los ha consagrado de forma especial, por medio del sacramento del orden]

Se fue perdiendo el foco que nos puso el Concilio en una Iglesia acogedora y compasiva en la cual nada de lo humano le era ajeno, [no está citando al Concilio, sino al poeta pagano Terencio: "Homo sum, humani nihil a me alienum puto", es decir, “Soy hombre y nada humano considero ajeno”. Lo que olvida el P. Berríos es que, en realidad, la Iglesia diría "Nada (verdaderamente) humano me es ajeno". Hay muchas cosas que hacen los hombres y que deben ser ajenas a la Iglesia, porque en realidad son inhumanas, como el pecado y el error] y en su interior el secretismo opacó el diálogo franco y el miedo silenció la crítica constructiva. [Como hoy todo el mundo critica lo que le da la gana, supongo que se refiere a lo único que no admite la Iglesia: que algunos, afirmando ser católicos, nieguen su doctrina y pretendan cambiarla por otra cosa. Pues bien, de nuevo la Iglesi está poniendo en práctica lo que enseña el Concilio Vaticano II. Los obispos y el Papa “con vigilancia apartan de la grey los errores que la amenazan” y los laicos y otros fieles deben “aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que los sagrados pastores, como representantes de Cristo, establecen en la Iglesia actuando de maestros y gobernantes” (ver LG 25 y 37)]

La Iglesia se percibe inquisidora, moralista y excluyente, preocupada de acentuar que la sangre de Cristo es derramada para muchos, pero no para todos. [Notemos que, en lugar de tratar lo real, lo que es o no es la Iglesia, se habla de algo puramente subjetivo y difuso, la manera en que, según él, se "percibe" la Iglesia. Y eso, además de ser una suposición y una generalización injusta, tiene escasa relevancia, porque, como es lógico, quien no quiera aceptar la moral de la Iglesia tendrá una imagen “inquisitorial, moralista y excluyente” de ella, mientras que quien se acerque con humildad a sus brazos la reconocerá como Madre]

Un ejemplo ha sido la incapacidad de acoger pastoralmente a los católicos con sus matrimonios quebrados, a los homosexuales o a quienes se sienten de alguna forma excluidos. [Ésta es una trampa que se usa muy a menudo y conviene conocerla. Lo importante aquí es lo que no se dice, sino que se sugiere. Es evidente que la Iglesia, como Cristo, debe acoger a los que están “cansados y agobiados”. Y, de hecho, la Iglesia, desde siempre, ha acogido a los pecadores, pero, eso sí, predicándoles la conversión. En cambio, lo que sugiere este Padre jesuita es que, si se les predica la conversión no se les está acogiendo y, por lo tanto, lo único que hay que hacer es acogerles, sin pedirles que se conviertan. Y eso no tiene nada de cristiano. Es muy sentimentaloide, muy New Age y hace que uno se sienta muy “santo” y compasivo, pero no es cristiano.

Por otra parte, el Concilio, en Gaudium et Spes 47-48, habla de la “epidemia del divorcio”, del “consentimiento irrevocable de los esposos”, de su “indisoluble unidad”, del “vínculo que no depende de la decisión humana” y que es “indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la prosperidad y en la adversidad, y, por tanto, queda excluido de él todo adulterio y divorcio”. Es decir, habla de lo contrario que el P. Berríos. Por cierto, GS también condena los anticonceptivos, las parejas de hecho, las relaciones prematrimoniales y otras ideas que defiende el jesuita chileno. Y, por supuesto, sólo considera matrimonio el contraído entre un hombre y una mujer. Cualquier parecido entre lo que realmente dijo el Concilio y lo que defiende el P. Berríos es, me temo, pura coincidencia.]

Así como el potente sismo invirtió la orientación del movimiento de la corteza terrestre, de semejante modo el violento terremoto provocado por los abusos sexuales de sacerdotes, y en no pocas ocasiones acompañado de un inaceptable amparo de las autoridades eclesiales, debería provocar también un cambio profundo en la Iglesia. [Cierto, aunque me temo que no en el sentido que busca el P. Berríos] Con el apoyo decidido del Papa no sólo se investigarán los casos y se les hará justicia a las víctimas, sino que también se espera que cambie la orientación en que se desplaza la Iglesia y vuelva a tomar el rumbo fijado por el Concilio Vaticano II.

[Como hemos mostrado brevemente, el “rumbo” fijado por el Concilio Vaticano II es diametralmente opuesto al que defiende el P. Berríos. Cada vez que uno acude a los textos del Concilio, se encuentra con que esos textos rechazan explícitamente sus experimentos teológico-morales.

Por supuesto, el P. Berríos puede pensar lo que quiera y probablemente lo hará con buena intención, pero, a mi juicio, negar constantemente lo que enseñó el Concilio Vaticano II y, al mismo tiempo, pretender apelar a él contra la Iglesia actual es una actitud carente de una mínima honradez intelectual. Y yo diría que los “católicos comunes” ya no estamos dispuestos a aceptarla.]

Tomado de INFOCATÓLICA

Y SCHOLA VERITATIS

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